Cuando pensamos en enemigos o aliados, solemos mirar fuera de nosotros. Pero las peores batallas se libran dentro de nosotros en nuestros propios diálogos internos.

El diálogo interno es un interesante fenómeno derivado seguramente de la tendencia que tiene el cerebro a representarse el mundo del mismo modo que lo percibe.

De este modo, pensamos utilizando imágenes y sonidos y sentimos emociones que no están ocurriendo en tiempo real, y  eso sucede por la capacidad de nuestro cerebro de pensar sobre el pasado y sobre el futuro.

Pero al mismo tiempo, también somos capaces de representarnos en nuestra mente un diálogo con nosotros mismos. A diferencia de los otros diálogos, en este no existen dos modos diferentes de entender el mundo, sino que somos nosotros y nuestro modelo del mundo hablando con nosotros mismos.

Por lo tanto, no hay más responsables de las cosas que se dicen que nosotros mismos. Y la realidad es que las cosas que nos decimos son a veces devastadoras. Nadie trata a los demás con una crueldad parecida a la que nos tratamos a nosotros mismos.

Pero el diálogo interno es sólo el síntoma. De poco sirve querer cambiar las palabras del diálogo interno haciéndolas más amables, porque somos nosotros mismos y eso significa que lo que nos decimos es un reflejo de lo que pensamos de nosotros.

Por este motivo, el diálogo interno es una excelente oportunidad para revisar que pensamos sobre nosotros mismos y especialmente que utilidad tiene pensar de eso modo.

¿De verdad te sirve para algo ser tan duro contigo mismo? ¿Tan exigente? ¿Tan cruel? Quizás la respuesta sea sí, luego la otra pregunta es: ¿Y es ecológico y sostenible para ti pensar así? Muchas veces unas palabras duras nos ayudan a hacer el salto y a movernos, pero una repetición excesiva puede llevar a una bajada de la autoestima.

Si además, ni te sirve decirte lo que te dices, lo primero es no culparte por hacerlo, porque eso volvería a ser no tratarte como te mereces. Por este motivo, es mejor que reflexiones sobre lo que piensas de ti mismo/a para terminar diciéndote lo que te dices. Que te preguntes si eso es verdad y si así lo crees, pregúntate que cómo sabes que eso es cierto.

La realidad, es que no hay motivos suficientes para tratarnos con dureza y que habitualmente, es un hábito que procede de tiempos remotos. Pero que sea un hábito no quiere decir ni que sea bueno ni que no se pueda cambiar.

Plantéate la posibilidad de pensar de un modo más útil y positivo sobre tú mismo/a y luego cambia el tono y el volumen de ese diálogo interno, hasta que te sientas cómodo con él, y verás cómo empiezas a decirte cosas mucho más amables, y al mismo tiempo útil y ecológicas.