¿Por qué existen personas que sobreviven a situaciones extremas y otras no? ¿Por qué hay personas que se hunden en casos de secuestro, confinamientos en campos de concentración o en una crisis?
Antes de encontrarme con la PNL (Programación Neuro Lingüística) ya sentía un gran interés por la conducta humana y especialmente por casos de supervivencia casi imposible. Además mis propias experiencias en la vida me han ido llevando a vivir en primera persona o a encontrarme con personas con respuestas a esa inquietud.
Cuando tenía 21 años emprendí un viaje con 3 amigos a los Pirineos. Cuando estábamos a unos 2800 metros de altura y después de andar durante horas, me dí cuenta que nos habíamos equivocado de camino. Para ese entonces estábamos muy cansados y habíamos cometido el error de separarnos (dos por un lado y uno sólo).Teníamos que deshacer el camino y volver a trepar. Todo eso sin casi luz y sin comida, a horas del refugio donde íbamos y sin el otro compañero.
En esa situación, la adrenalina en mi cuerpo se disparó y entró en mi la certidumbre que saldríamos de ahí. No tenía duda alguna. Pero en cambio, mi compañero (una persona habitualmente excepcional en todos los sentidos) se derrumbó y tuve que animarle, engañarle y gritarle para que siguiera moviéndose y literalmente tirar de él.
Aunque después de sufrimiento y finalmente una noche al raso a 2600m todo terminó bien, la pregunta se quedó ahí: ¿Por qué no pudo seguir aun cuando su vida estaba en riesgo?
La misma pregunta ha surgido a los científicos que investigan situaciones catastróficas (accidentes aéreos, hundimientos, incendios). Todavía no tienen una explicación clara a por que algunas personas se activan cuando sus vidas están en peligro y las otras no lo hacen.
Parece ser que hay una componente fisiológica (es como si ciertas personas tuvieran una circuitería especial), otra parte depende de un condicionamiento que se entrena (profesionales de emergencias, cuerpos de policía o militares) y otra parte seguramente depende de la actitud.
Me dio una pista un joven que vive en medio del Parque Natural de Aigüestortes en el Pirineo Catalán guardando un refugio de montaña a 2310m. En una parada en una travesía de esquí de montaña, hablamos de supervivencia en la nieve y recuerdo que me dijo: “Lo que te va a salvar si te quedas atrapado ahí en medio de la nieve van a ser tus ganas de vivir”.
Me hizo recordar un gran números de casos que había leído sobre personas rescatadas que después de hazañas increíbles de supervivencia mueren en manos de sus rescatadores porque simplemente dejan de luchar por creerse salvados.
Un caso de los más famosos es el de un piloto de la Guerra del Vietnam que sobrevivió años de cautiverio imaginándose que iba a jugar al golf cada día. Victor Frankl, decidió escribir su libro El hombre en busca de sentido mientras lo torturaban en un campo de exterminio Nazi, mientras que muchos de sus compañeros simplemente se dejaban morir por extenuación, física, mental o emocional.
Dejando a un lado, factores de suerte (si te ejecutan es imposible sobrevivir) o fisiológicos (hay cuerpos más resistentes que otros), parece que empieza a haber un factor común en todos estos casos: su actitud.
En La crisis del 29, miles de personas se sentaban en las aceras con sus muebles apilados después de su desahucio con la vista perdida. Algunos se amontonaban en colas por un poco de pan, otros se dejaban morir y otros hacían lo que fuera por seguir hacia delante.
La película el Puente sobre el río Kwai, basada en una novel del francés Pierre Boulle (El puente del río Kwai) está basada en la línea de ferrocarril que construyeron los japoneses en 1942 entre Burma (ahora Yangon, Myanmar) y Tailandia. En la película los prisioneros aliados deben construir un puente para unir las dos partes de la construcción pero si lo hacen le darán una ventaja al ejercito japonés. Los oficiales entienden algo muy importante: deben mantener a las tropas ocupadas, darles un objetivo y que consigan llevarlo a cabo.
Siempre hay algo que se pueda hacer y siempre hay algo por lo que no desfallecer. Lucio Rendon, Salvador Ordoñez y Jesús Eduardo Vivand estuvieron 9 meses dentro de un pequeño bote de pesca a la deriva durante 5500 millas náuticas cruzando el Océano Pacífico desde las costas de México hasta las de Australia.
Hace unos días alguien me dijo: “Xavi ¡Siempre estás ocupado!” y yo le contesté: “No, me mantengo ocupado”. Porque para mí esa es la clave para salir de cualquier situación complicada: La capacidad de mantenerse con un propósito a pesar de las circunstancias pero al mismo tiempo adaptándolo a ellas.
Cuando la situación física no te lo permita (hay gente que ha vivido durante años encerrado en 3 metros cuadrados) la pregunta suele puede ser una: ¿Qué puedo hacer yo para seguir hacía delante con dignidad? Y me refiero a dignidad emocional. Por que por muy mal que estén las cosas, tus emociones, tus ganas de vivir y seguir adelante y tu mente, nadie te las puede quitar.
Si no hay trabajo, siempre hay ideas, hay pensamientos o pequeñas acciones. Una vez vi la entrevista con un joven Chino que había aprendido inglés en su casa en medio del campo con un diccionario (la entrevista era en inglés).
Mantenerse ocupado depende de uno mismo. Puede ser físicamente (correr, andar, arreglar la casa), mentalmente (ponerse metas, aprender un idioma, pensar en nuevas ideas) o emocionalmente (mantener la calma, la esperanza, la fuerza, la convicción). Hay mil maneras de mantenerse ocupado y la mayoría no cuestan dinero, sólo requieren actitud. La actitud de querer vivir con dignidad emocional.
Los que sobreviven, además de un factor suerte y fisiológico, son los que proactivamente hacen algo con sus vidas y se mantienen ocupados como sea, siempre con un propósito mayor que trascienda ese momento actual. Ese es el motor que nos alimenta, que nos impulsa y que nos hace dignos a medida que vamos consiguiendo cualquiera de las metas que nos hayamos propuesto tanto físicas, como mentales o emocionales.
La dignidad emocional es lo que nunca nadie va a poder arrebatarnos sin nuestro consentimiento.