Me explico. Si es cierto, que en caso de un evento catastrófico como la explosión del avión en pleno vuelo este puede caerse, pero si el avión tiene alas y tiene la capacidad de maniobrar, un avión seguirá volando aún a pesar de haber perdido sus motores. Otra cosa es que una vez tocado tierra lo que tarde en frenar… El problema reside en la falta de comprensión de los principios aerodinámicos ya que no son fenómenos que podamos experimentar en nuestro día a día. En nuestro día a día, soltamos un objeto y este se cae. ¿Porqué tendría que ser diferente con un avión? Pues, por que el avión no está estático en el aire sino que lo va “surcando” a 800km/h. ¿Has sacado alguna vez la mano por la ventanilla de un coche circulando a 100km/h? ¿Has experimentado la resistencia que ofrecemos al aire en una motocicleta a 120 km/h? Pues imagínate como debe ser a 800…La fuerza de sustentación capaz de originar el aire fluyendo entre las alas de un avión a esas velocidades es comparable a la de un submarino en el agua. De hecho, la mejor manera de pensar en un avión no es pensando que es un objeto que “levita mágicamente en el aire” sino como un submarino del aire. Si piensas que levita mágicamente en el aire es normal que tengas miedo que esa “magia” se puede terminar.Las turbulencias que tanto asustan a las personas son sólo una evidencia del increíble poder de sustentación del aire, ya que a pesar de que el avión caiga unos metros, vuele a sostenerlo con una enorme fuerza. Las turbulencias tendrían que ser tranquilizadoras (aunque molestas, eso sí) ya que te están diciendo que “ahí fuera” hay algo tan poderoso que puede zarandear a un objeto de miles de toneladas a centenares de kms por hora. Pero es que además, “eso” tiene una profundidad de kms por encima, por debajo y por los lados…
Sin entrar en la fiabilidad de los aviones, el primer problema en que los seres humanos se encuentran es en que no pueden “entender” racionalmente porque un avión se sostiene y esa sensación les hace tener miedo a no controlar dicha situación.
Lo curioso del caso, es que no tenemos miedo de que un barco se hunda a pesar que no entendemos que hace que flote (recuerda que no es un trozo de madera sino de metal). Un barco de acero, por lógica no tendría que flotar pero a pesar de este hecho, no sentimos cómodos encima de uno de ellos, sólo porque a diferencia de los aviones, si tenemos experiencias que nos demuestran que las cosas (o nosotros) flotan fácilmente sobre el agua.
En la segunda parte de este artículo me centraré más en que mecanismos mentales nos llevan a que eso pase y como trabajar sobre ellos.