Atención: Los contenidos de este artículo te harán pensar críticamente.
Este artículo seguramente va entrar en el palmarés del top 10 de artículos menos populares bajo la categoría “Ya está Xavi llevando la contraria para variar”.
Nuestro mundo es un lugar fascinante: lleno de mil maravillas y lleno de mil oportunidades. Su complejidad lo hace fascinante a todas luces y al mismo tiempo, un lugar misterioso.
Seguramente, si fuera un lugar simple, sería extremadamente predecible y aburrido. Y es que nuestro cerebro es de lo más curioso: por un lado le encanta lo familiar y lo predecible y por otro lado, se acostumbra enseguida a lo recurrente.
Por eso vivimos en una experiencia donde buscamos lo conocido pero con variaciones. Esto lo saben muy bien aquellos que escriben ficción: Si el mundo es demasiado alejado de la realidad o futurista, las personas no consiguen conectar con él.
Un exceso de variación y de complejidad nos aturde y nos desorienta. Y es que cuando hay muchas variables es difícil tomar decisiones claras y contundentes. Demasiada incertidumbre.
Por lo tanto, donde alguien sepa aprovechar este fenómeno y los atajos que utiliza el cerebro para entender el mundo, el éxito está garantizado.
El efecto “todo empezó en un garaje”
Somos seres que hemos crecido en el mundo de las experiencias diarias y no del raciocinio intelectual ni las ideas abstractas. Se nos dan mal las mates, la estadística y la lógica aristotélica.
Pero se nos dan muy bien los ejemplos, las anécdotas y las historias.
Le damos más valor a aquello que podemos entender que aquello se complica con mil variables.
El efecto reza así: “Había un señor que era un don nadie pero que tuvo una buena idea y luchó por ella hasta que al final lo consiguió. Ahora es rico y feliz”, Moraleja: Si luchas por tus ideas lo vas a conseguir.
Es un relato.
Pero ese relato no es cierto. Ni por asomo. Es solo un modelo simplificado de lo que pasó.
Si hablamos de Bill Gates, por ejemplo, tuvo la suerte de estar en el momento adecuado en el lugar adecuado, de tener los contactos y además, de no tener muchos escrúpulos para cerrar ciertos tratos con IBM, entre otros. Por no hablar de cómo fue acusado y condenado por monopolista. Además de poco visionario cuando se equivocó con el impacto de internet, por ejemplo.
Si hablamos del todo poderoso Steve Jobs, también veremos muchos claros oscuros y equivocaciones en su vida.
Si hablamos del marketiniano supuesto inventor de la bombilla, Thomas Alba Edison, volvemos a lo mismo: Este señor nunca consiguió diseñar una bombilla que funcionara y tuvo que extorsionar a un señor inglés (Joseph Swan) para utilizar su tecnología y crear la Edison & Swan United Electric Light Company. Sin hablar de cómo esclavizaba a sus inventores pagándoles una miseria (el más conocido fue Nicola Tesla).
Pero esos relatos nos hacen soñar. No son la realidad. Nunca lo fueron pero suenan bien.
Las estadísticas (aquello que nos cuesta entender) nos dicen que el 50% de las empresas sucumben antes del segundo año y que el 75% antes de los 10 años. Esto es más cercano a la realidad que los casos excepcionales.
Nos encanta quedarnos con las historias y olvidar los números.
El efecto “deja de ser un esclavo del trabajo”.
Otro flagrante error del pensamiento crítico es el mítico: “Yo vivo la vida que quiero en una playa sin hacer nada mientras mi dinero trabaja para mí”, y su derivada: “Deja de trabajar y vive la vida”.
Este tiene un error de base, corregido muy hábilmente por todos los gurús que lo utilizan.
El problema es tan evidente como claramente insultante: Si todos hiciéramos lo mismo (vivir de la economía especulativa), ¿De dónde saldría el dinero? ¿Y los bienes? ¿Quién ofrecería los servicios que necesitamos? ¿Quién nos serviría la caipiriña?
Pero esto es rápidamente corregido por frases del tipo: “Esto es sólo para los que están preparados (o sea tú)” o “los que piensan así [en este caso yo] nunca van a hacerse ricos” y la de: “esto es un secreto que no puede estar al alcance de todo el mundo”.
Lo curioso es que los propios gurús del tema se pasan su vida dando cursos sobre esto y no disfrutando en una hamaca en el Caribe. Pero seguramente eso es porque quieren que otros se beneficien de esto igual que ellos…
¿Pero cobran, no? Sí, pero lo hacen para que valores el curso…. Si es gratis se rompe el hechizo de la energía del dinero….
Lo que no te cuentan tan claramente es que para tener un sistema de ese tipo, tienes que ser de un modo en concreto, saber de ciertas cosas, tener cierta personalidad y trabajar mucho.
Si a ti no te ha llegado la riqueza, no te preocupes seguro que es cuestión de tiempo. Porque el método no falla. ¿No ves? Ellos son ricos, eso quiere decir que funciona.
Pero si a pesar de todo sigue sin llegarte el dinero, siempre te queda hacerte trainer suyo y contar a los demás cómo puede hacerse ricos aunque tú a pesar de haber hechos todos los cursos, todavía no lo hayas conseguido.
El efecto “Tú puedes ser el elegido”
Otro efecto destacable de la cognición humana es el vernos a nosotros mismos como el caso especial. Es un efecto que ocurre con mucha frecuencia en seguridad laboral o vial.
Todos creemos que los accidentes les pasan a otros, que nosotros tenemos algo especial que nos hace más invulnerables que a la media.
Lo mismo pasa con la lotería.
A pesar de que la probabilidad de que toque el sorteo Euromillones es de 1 entre 76 millones (0,000000013), seguimos jugando y creyendo que nos puede tocar. Mientras que la probabilidad de que seas víctima de un accidente del coche es del 9% (0,09) y sigues creyendo que no vas a ser tú.
Y ciertamente puede ser que toque la lotería. Nuestro cerebro sigue luchando delante el hecho que con una probabilidad, si esa toca, es suficiente.
¿Quieres ser millonario?
Sólo el 1% (0.01) de la población Española tiene más de 1,5 millones de euros y sólo un 1 por 100.000 (0.00001) tiene más de 30 millones.
Además el 70% de los que han ganado un premio en la lotería, lo pierden todo en un año o menos.
Nos sentimos especiales, y esto es algo muy humano pero para nada lógico.
El efecto “El secreto para ser rico”.
No hay nada mejor que pensar que hay un camino para hacer aquello que deseamos. Que hay algo así como el “hechizo de Harry Potter” que nos hará conseguir lo que queremos.
Nuestro cerebro no es bueno con los sistemas y el análisis de multitud de variables.
¡Qué mejor que reducirlo todo a un conjunto de simples pasos acompañados de casos de éxito!
Si nuestro mundo fuera tan previsible y controlable, yo creo que las cosas nos irían mucho mejor a todos. Y además, si hubiera esa fórmula, ¿Por qué los que la venden no son los hombres más ricos del mundo? ¿Por qué detenerse en los niveles de riqueza que tienen ahora?
Aunque intuyo que la respuesta debe ser: “Porque es mejor dar, repartir y que todos tengamos”… En ese caso, ¿Por qué no la ofrecen al mundo gratuitamente para sacarnos a todos de la misería?
La casuística que afecta a la consecución de objetivos (sobre todo de aquellos que requieren una gran influencia sobre el exterior) suele ser mucho más grande de lo que algunos quieren hacer ver o de que otros quieren creer.
Antes de la crisis, muchos creyeron que “invirtiendo en ladrillo” ganarían mucho dinero. Lo que nadie les explicó es que estábamos en un momento muy alcista y que si lo precios bajaban, no podrían vender esa vivienda por el precio de la hipoteca que tenían.
Claro que el mercado inmobiliario es rentable. La venta de casas de lujo ha crecido con dos dígitos desde del 2013.
Quien tiene dinero, mucho dinero, sabe cuándo comprar y cuándo vender, y suele hacerlo justo al revés de los que no tenemos mucho. Y aunque pierdan, están perdiendo sólo una parte de su capital. No pierden aquello que han pedido prestado a un banco y que supera en un 1000% su patrimonio.
Y es que creamos versiones simplificadas del mundo y nos apoyamos en anécdotas, relatos y casos excepcionales, para poderlo explicar.
La realidad es que nuestro mundo es bastante más complejo y difícil de entender. Si eso lo tenemos claro, podremos no sólo escapar de las trampas de la cognición, sino ahorrarnos unos euros y disgustos en falsas promesas.
Xavier Pirla
Director de Talent Institut