Si no sabemos pensar en libertad, no podremos vivir en libertad.

Noam Chosmky, uno de los mayores pensadores del s. XX (y también de lo que llevamos de este) utiliza a menudo el término “autodefensa intelectual”. Es decir, la capacidad de podernos defender de todo aquello que nos quieren hacer creer sobre el mundo o sobre nosotros y que no nos beneficia. Y esta capacidad es clave.

Piénsalo bien: deshumanizar al contrario es, de manera paradójica, algo muy humano. Lo puedes ver por todas partes: La pareja que se acaba de divorciar y cómo hablan el uno del otro. Para él, ella es casi un monstruo sin sentimientos. Según ella, él es un aprovechado. Y claro, algunos abogados de ahí sacan mucho jugo….

A gran escala también pasa. Todo conflicto bélico pasa por matar a seres humanos que podrían ser nuestros propios hermanos (de hecho y lamentablemente, a veces lo son) por lo que tendemos a separarnos de ellos emocionalmente, quitándoles atributos que sí nos conferimos a nosotros mismos, o a los grupos a los que pertenecemos. Son ellos, los “casi humanos”.

Y por supuesto, esto es muy peligroso. Porque si al otro le negamos nuestra empatía y además le atribuimos algún tipo de agravio en contra nuestra, la crueldad tiene las riendas sueltas.

Lo podemos observar en los mayores conflictos bélicos del siglo XX. No importaba el lado: Los alemanes matando a millones de judíos o rusos. Los rusos con los polacos, los estonios o los georgianos. Los japoneses con los chinos, los filipinos o lo coreanos. Los ingleses con los alemanes destruyendo ciudades enteras. Los americanos con los japoneses matando a medio millón de civiles. No importa.

De hecho, hay una tribu en África que se define a ella misma como “los humanos”, a diferencia de la otra tribu de la orilla de enfrente del río.

Por eso, una herramienta de manipulación masiva (pero también algo que podemos llegar hacer en pequeña escala) es dejar de darle la misma categoría humana a aquellos que están más o menos cerca de nosotros.

El pensamiento crítico debería empezar por la empatía. A veces, se nos hace difícil entender el punto de vista del otro. Porque la otra persona quiere irse, no valora lo mismo que nosotros o simplemente tiene otro punto de vista, pero eso no la hace dejar de ser humana.

De hecho, no hay nada que pudiéramos valorar más en este mundo que precisamente, tener modos de pensar diferentes con ideas y valores diferentes.

Hace muchos años, una de las fuentes de inspiración de la PNL fue Alfred Korzybsky. La persona que acuñó uno de los axiomas fundamentales en cualquier curso de PNL: El Mapa no es el territorio.

Korzybsky es muy citado en los cursos pero pocas personas conocen que fue un agente de inteligencia para Rusia en la I Guerra Mundial y que quedó muy traumatizado precisamente por la falta de humanidad entre los seres humanos.

Su primer libro se llamó “Manhood of Humanity”. Es decir: la madurez de la humanidad.

Este influyente pensador entendió que somos un conjunto de seres humanos, todos diferentes pero todos unidos creando algo a lo que llamamos “humanidad”.

Pero no sólo somos poco “humanos” sino también poco “terrestres”. Me refiero a qué los seres humanos no nos llamamos a nosotros mismo “animales”. Eso me lo hizo notar mi hijo de 6 años. Un día me dijo: ¿Papá, por qué no nos llamamos a nosotros mismo “animales”?

Si lo hacemos con los de nuestra especie no es difícil pensar que lo hagamos con otras. Y de hecho, así es. Fíjate que además, cuando nos queremos referir a alguien despectivamente, decimos: “¡Qué animal!”.

Una vez más, nos separamos de lo que somos realmente, y la crueldad aparece de nuevo.

Todos somos “terrestres”, todos somos “animales”, todos somos “humanos”. Todos somos hermanos.

En los cursos de PNL, trabajamos incansablemente para que algún día nos demos todos cuenta de lo que somos realmente. Ese día, este mundo será infinitamente mejor.