Desde la lotería a las dietas milagro, hasta a algunos de los mayores miedos de los seres humanos, todos beben y viven de los ejemplos mágicos.

Hablemos de probabilidades. Piénsalo, ¿Cuáles son las posibilidades de que te toque el Euromillón? ¿No lo sabes? Pues de 1 entre 76 millones. ¿Y la de La Primitiva? 1 entre 14 millones. El Gordo de Navidad es de 1 entre 100.000.

No sé tú, pero a mí me parecen bastante descorazonadoras. A pesar de esto, nos gastamos mucho dinero en ello.

Las probabilidades de estar involucrado en un accidente aéreo es de 1 entre 11 millones (casi como La Primitiva) mientras las de morir mientras vuelas, son de 1 entre 5 millones.

A pesar de todos estos números, conocemos a alguien que le ha tocado y le ha cambiado la vida, a otro que haciendo la dieta de la papaya madura ha adelgazado milagrosamente y le ha cambiado la vida, etc…

Nuestro problema es que nos llevamos muy mal con las probabilidades ya que no forman parte del mundo natural sino del matemático y tampoco somos justos en la valoración de los ejemplos.

En nuestro cerebro calculamos patrones de recurrencia. Vemos al sol salir un día, dos días, tres días… Cuantos más días lo veamos salir, más certidumbre neurológica se genera que esto va a suceder mañana.

Pero esto, no nos habla de probabilidades matemáticas sino más bien de sensaciones. Y cuando entramos en el mundo de las sensaciones (y percepciones), entramos en el mundo de la PNL.

Y es que un accidente aéreo “pesa” emocionalmente más que un accidente de coche. Dicho de otro modo: El accidente aéreo con 350 personas es un ejemplo más emocionalmente poderoso (más significativo) que 1 accidente de coche donde han muerto 3 personas, a pesar que las probabilidades de morir en un accidente de coche son de 1 entre 70 mientras que en un avión son de 1 entre 5.000.000.

Si además, al que le toca la lotería o el que adelgaza o el que muere en un accidente, es un conocido todavía nos pesa más. En palabras de Joseph Stalin: “Una muerte es una tragedia, 1 millón es una estadística”.

Ese es uno de los principales problemas que tenemos los humanos: no sabemos ponderar adecuadamente los ejemplos de algo. Especialmente cuando hay una gran recompensa o hay una gran amenaza.

Cuando la amenaza es alta, cualquier pequeño ejemplo de algo, ayuda a mantener nuestra idea (es decir, la generalización). Si yo creo que los perros son malos porque una vez (una sola vez) un perro me mordió, cada vez que vea un perro con una mínima actitud agresiva, me va a contar como ejemplo de lo que pienso y por lo tanto, reforzará mi idea.

Por otro lado, si quiero desesperadamente que me vaya bien mi negocio (mi recompensa), cualquier evidencia de éxito empresarial me va a servir para reforzar la idea que a mí también me irá bien.

A todos nos gusta pensar en Steve Jobs oBill Gates como claros ejemplos que se puede tener éxito en la vida, pero la realidad es que la probabilidad de tener éxito en una startup tecnológica es de un 18% (Se tiene que reconocer que son muchas más que las de ganar la lotería…..).

Por lo tanto, no todos los ejemplos funcionan igual para nosotros y dependen de muchas variables que hacen que mantengamos con más o menos intensidad nuestras ideas o generalizaciones sobre el mundo.

En mis cursos de PNL, me gusta explorar profundamente cómo los seres humanos construimos y conservamos nuestras ideas sobre nosotros y el mundo, ya que son la clave para poder tener pensamientos más útiles y productivos.