¿Qué hace a una persona valiente? ¿Qué la hace un héroe? ¿Qué hace falta para salir de la zona de confort? El 1 de Febrero de 1960, cuatro afroamericanos se sentaron en una barra reservada a blancos en Woolworth’s una cadena de supermercados en la ciudad de Greensboro, Carolina del Norte.
Después de décadas de denigración, maltrato, segregación y vejaciones, la comunidad afroamericana de los EE.UU. se había creído que por ser de otro color no era ni tan listos, ni tan capaces como sus co-ciudadanos caucásicos.
En palabras de Marín Luter King, Jr.: “Os han hecho olvidar lo que nuestra raza ha hecho, os han hecho pensar que no habéis hecho nada y que por lo tanto, no vais a poder hacer nada”.
En un mundo donde los llamados negros (nigers) no tenían derecho a subir en los mismos autobuses, a comer en los mismos restaurantes o simplemente a votar, cuatro estudiantes del colegio superior de Agricultura y Técnica de Carolina del Norte, decidieron realizar una prote sta única e impensable: se sentaron pacíficamente en la barra de una cafetería reservada a blancos.
Nadie supo como reaccionar a una protesta no violenta y estos chicos siguieron sentándose día tras día en la cafetería de Woolworth’s a pesar de las amenazas, insultos y agresiones de ciudadanos blancos. Se mantuvieron en su filosofía de protesta no violenta que aprendieron de Ghandi o del mismo Martin Luther King, Jr.
Mientras muchos los intentaban intimidar, muchos otros se los unieron hasta convertirse en la chispa que empezaría cuatro largos años de protestas por todos los EE.UU. hasta la aprobación del Acta para los Derechos Civiles, donde se prohibía la discriminación por motivos de raza, sexo o religión.
Pero lo que hicieron estos 4 muchachos va más allá de una protesta. Se tuvieron que enfrentar a un mundo, a una estructura socio económica perfectamente construida durante centenares de años. Se enfrentaron a lo desconocido ya que nadie antes había hecho algo que así.
Escuchando sus palabras, queda claro que tuvo que ver con una misión, con algo que les trascendía, superior a ellos y que les dio la fuerza por convencimiento que estaban haciendo lo correcto.
Salir de una zona conocida por poco confortable que sea, es terriblemente duro ya que lo desconocido crea de forma natural en nuestra cabeza miedo. Los 4 de Greenboro se enfrentaban a la cárcel, a ser apaleados, expulsados de su Universidad o hasta asesinados. No les importaba porque sabían que estaban haciendo algo que trascendía sus propias vidas.
Como dice Kyle Maynard, el propósito es uno de los motores que nos ayudan a movernos y a enfrentarnos a situaciones que quizás hasta nos superan. No es fácil encontrarlo y responde a una pregunta muy clara: ¿Para qué? ¿Qué quiero para el día en que deje este mundo? La respuesta a esta pregunta nos llena de un sentido de satisfacción, de plenitud, de conexión.
Cuando llegó el primer policía y no supo que hacer, los cuatro universitarios supieron que habían ganado. Entendieron que Ghandi tenía razón y que un hombre armado con un propósito puede ganar su causa sin necesitar de utilizar la violencia. La violencia es siempre una respuesta desesperada al miedo, al miedo a perder un Status Quo y a enfrentarse a lo desconocido.
Una misión por el contrario, llena de paz y de seguridad que proviene de la certidumbre de estar haciendo aquello que quieres y que le da pleno sentido a tu vida.
Hoy en día, y desgraciadamente por las circunstancias que vivimos, muchas personas se dedican a apagar fuegos, concentrándose en sus emergencias personales y movidos muchas veces por el miedo. Ese miedo no nos permite salir y reclamar lo que es nuestro, nuestra dignidad emocional de poder sentirnos libres para pensar, sentir y especialmente hacer. Ese miedo nos aletarga, nos paraliza, nos bloquea y nos convierte en sombras de lo que somos realmente: seres brillantes llenos de fuerza para conseguir aquello que nos merecemos simplemente por ser personas.
Por eso, aunque sé que no es nada fácil (yo también tengo miedo a veces), es importante poderse alejar un poco del día a día y hacerse esta pregunta: ¿Qué quiero yo para mí futuro? ¿Qué le dará sentido a mi vida?
La respuesta a esta pregunta nos convierte en seres muy poderosos que no necesitan gritar, ni pelear, ni utilizar la violencia. Nos convierte en seres peligrosos para aquellos que saben como combatir la violencia, pero que no saben que hacer cuando una persona sabe que simplemente está haciendo lo correcto y no necesita pelearse ya que tiene dignidad emocional, tiene un propósito que le permite adentrarse en lo desconocido, superar penurias, dificultades o retos casi imposibles. Como los cuatro de Greenboro.