Hace un tiempo descubrí un artículo en el blog de Xavier Sala i Martí, el eminente economista, donde hablaba de la incapacidad de la economía de realizar predicciones certeras y de la necesidad del resto del mundo de tenerlas.
Personalmente, creo que su explicación de “la falacia de la racha” y como el hecho de obtener una serie de predicciones en un mundo lleno de sucesos aleatorios, nos lleva a pensar que no ha sido fruto del azar sino de cualquier otra razón (y en éste caso en concreto de la sapiencia de un experto) quizás no cubra el fenómeno por completo pero sí da a mí entender, una buena aproximación.
El tema es el siguiente: un economista realiza unas predicciones y se cumplen, por lo tanto se llega a la conclusión de que ese economista puede predecir el futuro. Xavier Sala-i-Martín nos dice que simplemente “ha tenido suerte” o dicho de otro modo, el mundo de las predicciones está afectado por tanta incertidumbre, que cualquier acierto tiene un cierto grado de buena fortuna.
Y el problema realmente no es éste, sino el pensar que existe la posibilidad de llevar a cabo predicciones 100% seguras, y ese es el punto que me interesa de su artículo. Dicho de otro modo, nos cuesta mucho aceptar que el mundo se rige por tantas condiciones que pueden interaccionar de maneras tan diferentes y que hacen la predicción tan complicada, que preferimos pensar que hay un poder superior, un fuerza de la atracción, una ciencia todopoderosa o lo que sea pero que nos aparte de la incertidumbre. Es decir, utilizamos el pensamiento mágico para disminuir nuestro miedo a lo desconocido.
Nuestro mundo es incierto nos guste o no, existen riesgos a cada segundo que son imposibles de preveer. La cantidad de sucesos que se pueden dar es tan elevada, que no es posible preveer ni lo que nos puede pasar en las próximas horas. Lo mismo pasa en la meteorología, la ingeniería o la economía.
Pero nuestra sociedad ha sido “adoctrinada” en las últimas décadas en el todopoder de las estadísticas y los números como fuente de conocimiento casi digno del oráculo de Delfos, cuando en realidad la estadística es un puro invento humano para convertir lo incierto y lo desordenado, en más cierto y más ordenado.
Dependiendo de lo que nos juguemos toleramos mejor la incertidumbre. Saber si va a llover mañana en nuestra visita a la playa quizás no nos quite el sueño, pero si de ello dependen nuestra cosechas quizás si lo haga. En la medida que aumentan las consecuencias percibidas, también aumenta el miedo y por lo tanto, la necesidad de contrarrestrarlo con algún modo de pensamiento mágico que nos de esa tranquilidad.
Pues bien, ni Delfos acertaba siempre (y si no que se lo pregunten a Creso), ni la señora que tira las cartas en una mesa plegable de camping en la Ramblas, ni los científicos, ni por supuesto los economistas. Si no lo hacen ellos, menos nosotros, con todo aquellos que pensamos que sucederá o no sucederá, aunque ese tipo de pensamiento mágico y la necesidad de la certidumbre está impregnada en todos nosotros y es tentador caer en ella.
En próximas entradas exploraré el efecto de esa necesidad de certidumbre en nuestra capacidad de conseguir lo que queremos.