¿Te has preguntando alguna vez que hace de la Navidad un momento tan especial?

La Navidad es ese tiempo que se caracteriza por la alegría y la ilusión. Son momentos donde todos hacemos nuestros mayores esfuerzos para dejar atrás los malos momentos del año y vivir unos días felices y en compañía de aquellos que están a nuestro alrededor.

Repasando la historía de la humanidad de los últimos 2000 años al menos, nos damos cuenta que la Navidad y la ilusión de abundancia que la acompaña, seguramente tuvieron que ver con las grandes privaciones que en general nuestra civilizaciones ha sufrido en los últimos 15 o 20 siglos.

Podríamos decir que la historía de las civilizaciones occidentales ha estado muy caracterizada por el hambre y el frío. Especialmente en lo que se conoce como la Pequeña Edad de Hielo donde Europa y América del Norte sufrieron unos siglos de debastadores inviernos y de hambrunas desconocidas hasta esa fecha.

Por este motivo, quizás esos momentos de Navidad donde las familias se reunían para compartir la abundancia en un medio no abundante, debían ser momentos prácticamente de éxtasis donde el simple hecho de poder comer carne caliente o dulces (el azúcar ha sido históricamente un lujo ) tenían que convertirlos unos momentos mágicos llenos de alegría y felicidad.

Hoy en día seguimos dándole importancia a estos días pero en esta abundacia “de todo” en la que vivimos nos lleva a olvidarnos lo duro que es conseguir ciertos productos. La carne es barata, los dulces son baratos, el pan y en general la comida es relativamente barata y accesible.

Pero nos olvidamos que los que tenemos ordenadores, más o menos dinero para pagar nuestras facturas o hasta un lugar digno para vivir no somos la mayoría en este mundo. No es popular estos días hacer un repaso de como viven personas como nosotros pero lo que define nuestro mundo es la desnutrición, la pobreza, las epidemias, las guerras,.. Ese es nuestro mundo. Nosotros somos un minúscula representación de él. La norma general son personas viviendo como nosotros viviamos hace sólo unos cuantos siglos.

No escribo estas lineas para que nos sintamos mal delante la prespectiva de un mundo enfermo y empobrecido, ni tampoco lo hago para pedir una acción conjunta para cambiarlo. Lo siento, no soy tan naïf. Creo honestamente que si se quisiera erradicar la pobreza ya se habría hecho (ver por ejemplo el Informe Kissinger).

Pero si creo que las Navidades deberían ser un momento para compartir el agradecimiento de tener y sobretodo de repartir. Nos hemos compartido en una sociedad en general malcriada, desagradecida y sobrealimentada, donde las fiestas de Navidad son un momento de quebraderos de cabeza para poder regalar a algo a alguien que no veemoss en todo el año y que tiene de todo, y además con un alto número de posibilidades de que no le guste o lo aprecie. Compartimos mesa con gente que quizás no queremos ver pero se hace porque “toca” y que luego criticamos en la intimidad.

Yo creo que hemos perdido en gran medida el Norte, el objetivo. Las Navidades no son un momento comsumista, no son un momento para juntarse con personas que no vees en todo el año y tampoco haces nada para verlas. Tampoco son un momento para comer y beber como si el mundo se acabara. Tampoco tienen porque ser un momento religioso, ya que antes que antes que naciera Jesucristo ya existía el solsticio de invierno y la resurrección del dios Sol a partir del día 22 con los días alargándose a cada día que pasa.

Las Navidades deberían ser un recordatorio. Un recordatorio de lo ricos que somos. Un recordatorio que estamos en tiempos de paz. Un recordatorio que no tenemos que andar 15 kms por un poco de agua. Que nuestros hijos están escolarizados, que ríen, aprenden y juegan sin peligro.

Las Navidades nos tendrían que recordar que no tenemos que sembrar los campos con nuestras manos, ni ararlos, ni cosecharlos manualmente. Que si hay un mal invierno podremos comer igualmente. Que si tenemos una gripe la curaremos. Que si nos cortamos no tendremos una infección que pueda matarnos. Que si necesitamos un hospital lo tendremos (aunque sea esperando o pagando pero al menos hay). Que si necesitamos ayuda, la tendremos. Que la policía no es nuestra enemiga a la que sobornar para poder vivir. Que para ir a buscar comida no tenemos que pasar por un campo de minas…

Si sales un momento de tu mundo (ese donde es difícil encontrar trabajo o pagar la hipoteca) y te fijas como viven 6.000.000.000 de personas o como vivieron nuestros antepasados (no hace falta ir a siglos atrás, seguro que como yo tendrás un abuelo o un pariente que tuvo que emigrar por la pobreza o pasar hambre siendo un refugiado de la guerra), te darás cuenta que somos unos privilegiados, no sólo de ahora, sino de los últimos 2000 años donde el factor común han sido guerras, hambrunas y epidemias. Ninguna de estor factores está ahora entre nosotros.

Si dejamos de quejarnos por lo que no tenemos o hemos perdido y empezamos a celebrar la vida y lo que sí tenemos. Si regalamos para repartir y comemos para compartir. Si saboreamos la vida aunque sea sólo estos días y nos damos cuenta de lo afortunados que somos quizás dejemos de pensar en que cosas nos van mal y empezemos a sentir la gratitud que nos puede impulsar a vivir más plenamente y hacer que los demás también lo hagan.

Quizás el mundo no lo podamos cambiar de golpe pero si puedes cambiar lo que sientes dentro de tí. Y ese, créeme que es el primer paso para que el resto de cambios se empiezen a activar hasta transformar lo que somos y convertirlo en lo que seremos

¡Felices Fiestas!