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Vives en un momento histórico apasionante. Nunca antes había habido tanto por vivir, aprender, experimentar, sentir. Nunca antes en la historia, un ser humano como tú o yo había podido ser tanto, partiendo de la nada.

Sólo hace 150 años, el acceso al mundo era muy limitado. Sólo los valientes se embarcaban en peligrosos viajes a través de mares inhóspitos. ¡El ser humano es tan frágil en medio de gigantescas olas! Sólo hace 150 años, cruzar una cordillera en invierno era una aventura dramáticamente colosal.

Los abuelos de tus abuelos y de los míos, se levantaban por la mañana en el silencio más absoluto roto sólo por los primeros pájaros que se atrevían a romperlo en medio de una gélida oscuridad.

Ahora, tenemos calefacción, agua corriente, pero también acceso directo a internet, televisión, radio y mucha, pero mucha información.

Te levantas por la mañana y revisas tu Facebook, tu Whatsapp, tu correo, lees las últimas noticias, escuchas la radio, piensas en el día que te espera, planificas, calculas mientras te vistes apresuradamente para salir a cronometrar tu carrera por la ciudad con el pulsómetro pegado a tu pecho. Tu diálogo interno no para: “Cuando llegue….” “En la oficina le diré…”, “Ese mail que…:” mientras controlas tus pulsaciones.

Tu bisabuelo en cambio, salía al campo, olía el frío aire de invierno, andaba con paso pausado, sentía cada una de las agujas de la brisa matinal clavándosele en la curtida piel y miraba al horizonte en busca de nubes.

En una sola semana, seguramente tú has estado expuesto a más información y has generado más pensamientos que tu bisabuelo en toda su vida. La vida te pasa rápida escapándose entre tus dedos.

¡Hay tanto que aprender, tanto que hacer! ¡Tienes que estar al día de tantas cosas! Márketing, diseño, finanzas, networking, persuasión, gestión emocional, dietética, coaching cultura general… es infinito.

Es una gran montaña que mientras te afanas a subirla, va creciendo por su cima. Tu antepasado, se sienta, se cómo un trozo de pan con queso y se echa un trago de vino de su ajada bota de vino observando los cerezos en flor.

Tenemos que saber de todo y mucho, pero el hombre del renacimiento que podía saber de todo ha pasado a la historia. Si hace dos siglos las personas sufrían de ignorancia, nosotros lo hacemos de sobreabundancia. Hoy la información nos engulle y tú estás atrapado en la trampa del querer llegar más lejos sin darte cuenta que todo está ya aquí, contigo.

Tu bisabuelo sentía la vida en su piel, en sus manos, en sus músculos, tú y yo la observamos a través de pantallas de cristal líquido.

Nuestros ancestros escuchaban pasar la vida y nosotros estamos sometidos a la tiranía de nuestros diálogos internos, de lo que nos decimos, de lo que queremos hacer y no de lo que estamos haciendo.

Vivimos en todas partes menos en el presente, donde la vida pasa.

Vamos tan rápidos por la vida que ni vemos ese banco del parque donde espera esa oportunidad de observar como caen las hojas y disfrutar del espectáculo de las cosas minúsculas.

El ruido nos ensordece, las imágenes nos enciegan, la adrenalina nos insensibiliza, cuando todo lo que necesitas está dentro de ti. No sentimos hasta que quizás es demasiado tarde, pero aun así, sólo es cuestión de sentarse de vez en cuando en ese banco de madera estropeada donde todo puede pasar, si dejas que pase.