Quién más o quién menos, ha vivido alguna experiencia donde el miedo al fracaso ha condicionado alguna decisión importante en su vida. Y yo, por supuesto, no soy una excepción.
Cuando sólo tenía 13 años, en lo que entonces se llamaba octavo de EGB, y en plena pre adolescencia , viví uno de los episodios más frustrantes y que marcaron más mi juventud.
Como en todas las clases, habían chicos y chicas guap@s , y mi clase no era una excepción. Seguramente había chicos objeto de deseo, pero ese era un tema de conversación de chicas.
Los chicos en general, lo teníamos claro. Con algunas divergencias, había unas dos o tres niñas en que todos coincidíamos que estaban en el top 3.
Personalmente, lo tenía claro. Me tocó sentarme con ella en clase y la verdad, es que me costaba hasta concentrarme. Era guapa (con pecas y pelo castaño), simpática, disciplinada (ya a esa edad se levantaba muy temprano por las mañanas para ir a entrenar antes de ir a clase) y lista.
Yo, por supuesto, aunque interiormente tenía claro mis sentimientos hacía ella, hacía todo lo que podía para que no se me notara.
Cuando hacíamos fiestas de final de trimestre en clase (con nuestro radiocasete con max mixs hechos en casa y naranjadas y colas), fantaseaba en secreto con decirle lo que sentía, pero nunca consumaba mi acto de sinceridad emocional.
Hasta que llegó el día de la fiesta de final de curso. Mi última oportunidad antes del verano y del cambio de ciclo de estudios. Yo lo viví como un “ahora o nunca”
Planeé la fiesta al detalle. Se habían organizado diferentes actividades y yo hice todo lo que pude para estar cerca de ella. Pero fui incapaz de decirle nada.
Pasaron las actividades, y quedaba el resto de la tarde por delante con lo que intenté desesperadamente acercarme a ella y contarle lo que sentía. Después de ese momento decisivo, la verdad es que tampoco tenía ningún otro paso planeado, pero quien sabe, quizás arrancaría aunque fuera un beso…
Después de algunas horas, al mismo tiempo que el pánico crecía en mí, también lo hacía frustración y la desesperación. Planeaba una y otra vez lo que le iba a decir. Pero nunca conseguí reunir el suficiente valor para hacerlo. Acabó la tarde y acabó también mi sueño. Acabó todo.
No hace mucho, decidí cerrar un ciclo de casi 30 años y contarle lo que pasó (gracias al mágico Fb), porque me di cuenta que había una pequeña herida todavía sin cerrar de ese evento.
El miedo al rechazo
Y es que el miedo al rechazo es uno de los miedos más poco útiles que tenemos, ya que básicamente no nos protege de ningún peligro importante. Al menos no ahora. Quizás hace miles de años, el hecho que perdieras la afinidad con la gente de tu tribu y por lo tanto, que te expulsaran del grupo, podía suponer un riesgo.
A pesar de eso, todavía queremos gustar a los demás y que nos acepten, especialmente porque la impresión que creemos que generamos en los demás, acaba siendo una referencia que utilizamos para alimentar nuestra autoimagen, y por lo tanto nuestra autoestima.
Ahí está la trampa. El confundir la opinión que tienen los otros de nosotros, con lo que somos realmente. Si somos lo que creemos leer en los demás sobre su opinión de nosotros, luego dependemos de ellos y actuamos condicionados para generar el mayor impacto positivo o para minimizar el negativo.
Aunque los psicólogos llevan muchos años hablando del tema (y yo no soy nadie para hablar desde ese prisma), la PNL aborda el tema de varios modos.
Cómo trabjar el miedo al rechazo
Uno sería abordar las creencias de la persona, y ayudarla a entender que es quien es, independientemente de lo que crean los demás. Especialmente, porque cada persona tiene un modo diferente de ver la realidad, y para gustos los colores. Gustar a todo el mundo es una tarea casi imposible.
A veces, lo que nos frustra no que no podamos gustar a todos, sino que no podamos gustar a quien queremos. En el fondo, es una necesidad de conseguir aquello que deseamos, y en definitiva, de sentir que controlamos nuestro entorno, ya que eso nos da seguridad.
Aunque este tema daría para un artículo aparte, sólo destacar que no hay nada más frustrante que no poder hacer nada para que alguien te haga caso. Es frustrante y luego, encima afecta a tu autoestima. Pero insisto, ese no era tanto mi caso, ni el motivo del artículo.
Pero hay otra parte. El miedo. El miedo es algo que debería aparecer en tiempo real. Es la respuesta a un riesgo inmediato. A pesar de eso, tenemos miedo de lo que va a suceder.
El poder de nuestra imaginación
Esto es debido a que tenemos una imaginación tan florida que genera los escenarios más aterradores del mundo. Pero la pregunta es, ¿Cómo sabemos que lo que nos imaginamos sucederá?
¿Por qué tendría que pasar del modo que creemos y no de otro? ¿Qué hubiera pasado si en vez de imaginarme a mi amada rechazándome, lo hubiera hecho sonriéndome o devolviéndome las mismas palabras? O quién sabe, ¿Quizás con un inocente beso en la mejilla?
La PNL explica muy bien que hasta que no somos conscientes de la calidad de nuestras representaciones mentales, no podemos cambiarlas. Y la propia PNL, nos da una gran cantidad de herramientas para podernos generar pensamientos útiles que a su vez, promueva el comportamiento que queremos.
Además, ¿Y qué si me hubiera dicho que no? ¿Qué es lo peor que te puede pasar si te rechazan? Si lo piensas fríamente, muchas veces nada de nada.
A veces es simplemente un mal momento del otro, quizás la persona acaba de perder a alguien, quiere estar sola, no necesita de tus servicios, de tus productos, etc… en definitiva, no tiene que ver contigo.
Libertad emocional
Por eso es hora, que empieces a pensar en lo peor que te puede pasar y que te des cuenta que no hay para tanto, y que tu autoestima está más relacionada con la imagen interna que tienes de ti mism@ (y que también puedes cambiar con PNL) que no con lo digan los demás.
Yo por mi parte, aprendí la lección. No ese día. Pero sí más adelante. El miedo al ridículo, no deja de ser el miedo a lo que puedan pensar de ti. Cuando dejas de enfocarte en eso, un océano de libertad se abre delante de ti.
Yo por mi parte, perdí la oportunidad de que me mi estimada me dijera que sí, pero también que me dijera que no. Perdí la oportunidad de saber la verdad.
Todo quedó en las fantasías de mi propia mente y los miedos que me generaron. Con la edad aprendí que es mejor despejar cualquier duda y disfrutar de la libertad de ser uno mismo. A las verdes, y a las maduras.
Algún día tomaré un té con ella para hablar y recordar viejos tiempos.
¡Prometido ;)!
Xavier Pirla
Licensed Master Trainer of NLP
Director de Talent Institut