Ser más listo, más ocurrente, más estratégico, más rápido. Ese es un anhelo del ser humano que ha inspirado películas como Limitless (sin límites). Una píldora mágica que abre todas las partes de nuestro cerebro.

Pero, ¿hace falta una píldora para ello? ¿Hay algún modo de acceder a más recursos internos? Sí, y es más fácil de lo que puedas imaginarte.

La parte de nuestro cerebro responsable de lo que la mayoría de la gente considera “ser inteligente” es el neocórtex, que forma parte de nuestra corteza cerebral. Es una delgada lámina de pocos milímetros que rodea a nuestro cerebro y se encarga del lenguaje, el procesamiento lógico, órdenes motoras, la consciencia, etc…

Pero también es la parte más moderna de nuestro cerebro y la menos “optimizada”. Requiere grandes cantidades de energía y oxígeno para funcionar, y un conjunto de condiciones bioquímicas óptimas.

Si las condiciones ambientales son idóneas, estamos bien alimentados y no hay emociones por en medio que nos distraen, somos los animales más listos del planeta.

Pero cualquier variación de estas condiciones y nos devuelve al mundo del resto de los animales. Por este motivo, antes de querer tomar pastillas “mágicas” para despertar partes inactivas de nuestro cerebro, lo importante es que lo que ya funciona, lo haga en las condiciones óptimas.

Para ello, se tienen que dar bastantes circunstancias:

1. El cerebro tiene que estar en modo “seguro”. Nuestro cerebro se ha encargado de mantenernos en vida durante centenares de miles de años. Y lo ha hecho actuando “sin nosotros”, es decir, automáticamente. De este modo, cualquier situación de amenaza importante, hace que se desvíen recursos de las partes menos relevantes para la supervivencia a las que nos pueden mantener en vida. Es decir, cuando estamos amenazados somos más rápidos pero no más listos. Por eso es tan importante, generar las condiciones para que no existan amenazas ni un estrés excesivo para que nuestra corteza pueda funcionar a pleno rendimiento.

2. Tu cerebro tiene que estar bien alimentado. Sólo existen dos fuentes de alimento para el cerebro: la glucosa y las cetonas. La glucosa procede de la alimentación que tienes cada día, seguramente rica en carbohidratos. Las cetonas son una fuente de energía que produce tu hígado y que es una adaptación a los tiempos donde no había nevera y los seres humanos podían pasarse horas o días sin comer. De hecho, las cetonas o cuerpos cetónicos parece ser una forma más eficiente de energía para el cerebro y se producen a través de grasa y aminoácidos.

3. Tu cerebro tiene que estar “enfocado”. Nuestro cerebro está diseñado para cumplir objetivos, pero tener varios al mismo tiempo genera un conflicto interno y una alternancia en el foco de atención que nos lleva a no sentirnos enfocados o dispersos. Por eso es importante clarificar qué estamos haciendo y qué es prioritario. De este modo, nuestro cerebro va a funcionar mucho más eficientemente.

4. Tu cerebro tiene que estar descansado. Y no, la cafeína no te ayuda a eso. Existe un gran mito en el mundo del biohacking sobre las propiedades casi mágicas del café. Vamos a dejarlo claro: el café no puede hacer que un cerebro cansado funcione mejor. La adenosina es una substancia que se empieza acumular en el cerebro desde el momento en que nos despertamos. Esta substancia es la responsable que nos sintamos somnolientos. Por la noche, y si el sueño es reparador, el cerebro la elimina. La cafeína lo único que hace es bloquear los receptores de adenosina del cerebro “engañando a las células”.

Pero en el momento en que la cafeína se metaboliza, la sensación de cansancio vuelve aparecer con lo cual volvemos a necesitar más cafeína. En otro artículo ya hablaré de las consecuencias de esto, pero de momento quiero dejar claro que la cafeína es un estimulante de nuestro cerebro útil siempre y cuando el cerebro esté descansado. Por lo tanto, lo mejor es conseguir tener un sueño reparador.

En conclusión, antes de buscar la fórmula mágica de la inteligencia y despertar partes dormidas de nuestro cerebro, es mejor y mucho más fácil, generar las condiciones necesarias para que lo que ya funciona, funciones mejor.