¿Por qué sufrimos de falta de autoestima? ¿Cómo podemos aumentarla? ¿Cómo podemos ser nosotros mismos? ¿Cómo ser más ricos?

La falta de autoestima es literalmente no valorarse o no quererse lo suficiente. ¿Lo suficiente para qué? Pues lo suficiente para conseguir nuestros objetivos, ya sean tener una vida feliz, encontrar a una pareja, hablar en público o cualquier otra cosa.

La falta de autoestima básicamente es un problema de auto imagen, es decir, generamos una imagen de nosotros mismos y la proyectamos hacía al futuro. Nos imaginamos que no conseguimos aquello que queremos ya sea besar a una chica, hablar delante de un público o pedir un aumento de sueldo a nuestro jefe, y esto nos genera una sensación de inseguridad.

Hay muchos motivos que pueden ayudar a crear esta baja autoestima, muchos de ellos pueden ser externos, como la educación recibida de los padres, un sistema educativo que busque la sumisión de los alumnos en vez de su empoderamiento, etc. Pero también existen razones internas y entre ellas, la falta de integridad.

La integridad se puede definir como nuestra capacidad de mantener nuestros valores consistentemente a pesar de lo que pase a nuestro alrededor. Pero, ¿Por qué es tan importante la integridad para la autoestima?

Déjame que te lo cuente al revés: ¿Qué hace que confíes en alguien? Básicamente tu capacidad de predecir que hará lo que le has pedido. Es decir, si yo te pido que me prestes 100€, tú vas a dejármelos si crees que te los voy a devolver.

Cuando hablamos de valores, estamos hablando de todo aquello que es importante para ti (familia, amigos, profesionalidad, salud, dinero, etca.). Todos tenemos nuestros valores aunque no siempre estemos de acuerdo con los de los demás. El problema viene cuando yo le digo a los demás que soy honesto, pero luego no siempre cuento la verdad. Los que me escuchan no están percibiendo consistencia con mis propios valores, y aunque algunas veces si soy honesto, otras no, por lo cual no pueden predecir si lo voy a ser la próxima vez y por lo tanto, desconfían de mí.

Si para ti es importante ser puntual, pero no siempre llegas a tiempo, si para ti es importante la salud pero la pones en riesgo a veces, si para ti es importante la familia pero en ocasiones no estás cuando te necesitan, estás fallándote a ti mismo y por lo tanto, dejas de confiar en que en una situación futura puedas ser íntegro.

A veces hay buenas razones, pero en la mayoría de los casos lo hacemos porque no somos conscientes del efecto que tiene en los demás y en nosotros mismos tener esos “deslices” ocasionales.

Vivimos en un mundo donde algunos políticos han vendido su alma al diablo por dinero y poder, donde algunos empresarios defraudan a hacienda o sus propios empleados, empleados que son desleales, militares que cometen atrocidades, amigos que no cumplen sus palabras, familias que dejan abandonados a sus propios miembros… Dicen que hay una crisis de valores, y lo que hay también es una crisis de integridad.

Para ser íntegro primero se necesita saber cuáles son nuestros valores y luego entender que son nuestra bandera, lo que nos define como seres humanos, lo que los otros perciben de nosotros, nuestra tarjeta de crédito de confianza. Y no valen las excusas.

No vale saltarse tu integridad por que las cosas te van mal económicamente, ya que aunque la urgencia aparentemente lo requiera, cuando amaine la tormenta, te vas a encontrar con alguien (o sea tú) que no sabe quién es, que no puede confiar en él, ni tampoco los demás lo hacen. Y por supuesto, no vale decir que los demás no son íntegros y que por lo tanto, yo tampoco lo voy a ser.

El mayor capital que puede tener una persona es el humano. La mayor riqueza que un ser humano puede acumular es su autoestima. Es respetarse, quererse, tener dignidad emocional y no dejarse vender por las situaciones externas. Groucho Marx decía en broma: “Estos son mis principios y si no le gustan, tengo otros”. Pero lo cierto, es que era un fiel retrato de una sociedad que ha aprendido que los valores son negociables cuando no lo deberían ser.

Tus valores pueden cambiar con el tiempo, pero no puedes traicionarlos mientras los tengas. ¿Dónde han quedado frases como la del General Patton: “Vivir con honor o morir con gloria”? ¿Dónde ha quedado el honor de los Samurais? Quizás sean ejemplos extremos de la integridad como estilo de vida pero nos habla de otro modo de entender la existencia.

Nuestra versión moderna de los héroes de guerra son los deportistas de élites. Fíjate que los que habitualmente son más admirados son los que demuestran unos valores determinados y una integridad hacía ellos. Pero también fíjate cómo a pesar que los valores puedan estar muy bien definidos en una persona, nos encontramos con muchos casos que nos demuestran que la integridad cuesta muchísimo más de mantener de lo que parece.

No es en los buenos tiempos de abundancia donde la integridad se pone a prueba, si no en los tiempos de escasez, donde los instintos más básicos de supervivencia se disparan. Nos jactamos que somos mejores que el resto de los animales por nuestra capacidad superior de pensar y sentir, pero cuando llegan situaciones de recursos escasos, muchos dejan sus principios y utilizan otros para sobrevivir.

No, es en esos momentos donde hay escasez o peligro físico o una competitividad donde se forja la autoestima, los héroes y los líderes. En esos momentos, nos damos cuenta de quien podemos fiarnos y de quien no, de quien está a nuestro lado y de quién simplemente se sube cualquier otro barco que flote más o corra más.

Algunos, para caer bien a los demás, para agradarlos o seducirlos, cambian o esconden sus valores, se adaptan al que tiene delante, son los camaleones de los valores. Algunos lo hacen por miedo a ser rechazados. Pero en esos momentos, no están siendo ellos, y tarde o temprano el otro se dará cuenta, aunque lo peor del caso, es que se está traicionando constantemente. Porque quizás los demás tarden en darse cuenta, pero esta persona vive consigo misma todo el tiempo. No puede escapar de ella misma y de la lamentable verdad de que sus principios están en venta según el viento que sople.

Ser íntegro no es sencillo, y puede ser realmente complicado por circunstancias de la vida. Quizás hayas perdido el empleo y aparezca delante de ti una oportunidad para mantener tu ritmo de vida haciendo algo que no te gusta, quizás veas como alguien acaba de sacar dinero de un cajero y se le cae la cartera sin darse cuenta delante de ti, quizás con una pequeña mentira te escapes de una gran bronca en tu familia, pero cada vez que estés en esas situaciones piensa en quien eres y que te define.

Al fin y al cabo, en esta sociedad que parece estar dominada por el dinero y que las personas que tienen más, son las de más éxito, a mí me gusta mirar en lo más profundo de los ojos de las personas y buscar esa integridad. Esas personas lo tienen todo, aunque para conservarlo hayan perdido su casa, su empleo o sus amigos. Esas personas son seres dignos con un capital en autoestima mayor que muchas de las cuentas bancarias de aquellos que aparecen en los medios de comunicación.

Lo bueno del caso, es que para conseguirlo, no necesitas nada más que ser tú mismo. Siempre.