¿Cuántas veces has sentido que tu cerebro no funcionaba adecuadamente? ¿Qué estabas espeso? ¿O quizás un poco más irritable de lo habitual?
La inteligencia emocional y hasta la Programación Neurolingüística, te dicen que todo es cuestión de autoregulación y de saber cómo gestionar las emociones. Y hasta cierto punto, tienen razón: Hay infinidad de herramientas que te permiten regular tus estados emocionales. Pero si esto fuera así de sencillo, no tendríamos tantos problemas para mantener un estado emocional que nos fuera útil.
Ya he hablado en otros artículos de la importancia de la coherencia cardíaca y del sistema nervioso en la capacidad de regular nuestros estados emocionales. Nuestras emociones son procesadas y reguladas por diferentes áreas de nuestro cerebro, una de ellas, nuestra corteza cerebral. De hecho, regular respuestas emocionales quiere decir que una vez soy consciente (primer paso importante, porque las respuestas emocionales aparecen de forma inconsciente e involuntaria), pueda tener algún mecanismo que me permita reducir su impacto.
Puesto en un ejemplo práctico sería: Estoy hablando con un familiar, y tenemos opiniones políticas diferentes: Él es de A y yo soy de B. En ese momento, a mí me gustaría que el entendiera la importancia de que el gobierno actual adoptara las medidas Y para acabar con la crisis social. Pero él cree que es mejor seguir con la política Z. A mí me supone una gran frustración el darme cuenta que no puedo hacerle entender mi punto, pero como tengo un córtex prefrontal en forma, no hay problema: respiro fondo y me auto regulo (es decir, me armo de paciencia) ya que sé racionalmente que no me va a llevar a ningún buen lugar el perder los estribos con él.
Pero la situación cambia cuando no he descansado bien: La frustración es la misma pero mi máquina para frenar a la frustración ya no tiene la misma fuerza y le acabo gritando. Este fenómeno es fácilmente observable en niños pequeños: Si están cansados o tienen hambre, los dramas que pueden armar son de proporciones mitológicas (a la altura del rapto de Elena de Troya en la Ilíada de Homero).
Pero al fin y al cabo, no hace falta irse hasta edades tan tempranas, quien más quien menos tiene ejemplos propios de “momentos Ogro”. De hecho, a mí me gusta separar a las personas en dos grandes grupos (sólo por afición, sin afán científico en absoluto): 1. Los que gruñen cuando tienen hambre. 2. Los que gruñen cuando no han dormido bien. Claro que más de uno podría generar dos clasificaciones más, fácilmente: 3. Los que gruñen en ambos casos. 4. Los que gruñen siempre (aunque esto requiere un artículo aparte).
Aquí se muestran claramente todos los límites de la aproximación “cognitivo-emocional” al tema de la regulación de las emociones. Y es que suponer que con las herramientas adecuadas podemos regular cualquier emoción en cualquier situación, es mucho suponer.
Un alumno me preguntaba hace unos días si la inhibición cortical y el secuestro emocional eran lo mismo. Y yo creo que no lo son: “Secuestro emocional” es un término acuñado por Daniel Goleman para hablar de la situación donde nuestra amígdala (una parte muy primitiva de nuestro cerebro) “toma el control” delante de una situación percibida de amenaza afectado a la parte racional.
“Inhibición cortical” nos habla del proceso donde el córtex prefrontal deja de funcionar eficazmente por multitud de razones algunas tan básicas como una disfunción en el sistema nervioso por agotamiento que genera una baja coherencia cardiaca con efectos en el cerebro a escala global.
Por lo tanto, puede haber muchas causas para que dejemos de regular adecuadamente nuestras emociones, y no todas son remediables desde la consciencia. Algunas requieren cambio de hábitos y conocimiento de nuestro sistema nervioso.
Por eso, en mis cursos de PNL en Barcelona y en mis cursos de PNL en Madrid también hablo de cómo mejorar nuestro organismo en general, a través del biohacking. Porque cuanto más optimizado esté nuestro organismo, más fácil va a ser todo lo demás, incluido discutir con tu familiar….