¿Sabes por qué el azúcar nos produce un estado de euforia? ¿Conoces los efectos secundarios del queso? ¿Te has preguntado alguna vez por qué necesitas comprar algo en un mal día? ¿Por qué hay gente obsesionada con conseguir retos?
Bienvenido a este alucinante viaje por el vicioso mundo de la dopamina.
La dopamina es una molécula que tiene una función neurotransmisora en el cerebro. Está involucrada en muchos procesos tanto dentro del cerebro como fuera. De este modo, la mayor parte de la dopamina se produce en el sistema digestivo regulado por las neuronas dopaminérgicas del sistema entérico y tiene entre otras funciones la de controlar la movilidad de tus tripas.
Pero el cerebro también tiene sus propias neuronas dopaminérgicas. En el caso del cerebro, este neurotransmisor está asociado a diferentes funciones pero la más importante para este artículo es la que tiene que ver con la recompensa.
Muchas drogas adictivas, como la cocaína y la metanfetamina, actúan directamente sobre el sistema de la dopamina. Por ejemplo, la cocaína bloquea la captación de dopamina, dejando estos neurotransmisores en la brecha sináptica más tiempo.
Hay evidencias de que las personas con tipos de personalidad extrovertidos o desinhibidos tienden a tener niveles más altos de dopamina que las personas con personalidades introvertidas.
Adictos a las compras
Es de todos sabido las buenas sensaciones que genera el comprar algo. Ciertamente, no todos nosotros reaccionamos igual ante el hecho de comprar, pero quien más quien menos ha vivido uno de estos momentos de “subidón” que supone adquirir algo.
Supongo que tiene su sentido evolutivo ya que el cerebro nos recompensa por una conducta que lo que busca es asegurar nuestra supervivencia. Yo me lo imagino así: El hecho de encontrar un fruto, cazar un animal o cualquier otro alimento nos genera una sensación que nos impulsa a repetir esta conducta.
En la sociedad de los supermercados y de las nóminas con ingreso electrónico, todo se ha vuelto un poco menos tangible. Pero a pesar de esto, seguimos teniendo el instinto primitivo del cazador recolector, paseando por los pasillos de los supermercados y obteniendo una recompensa en forma de dopamina cada vez que ponemos una lata de cerveza o unos berberechos dentro del carro.
Soy muy consciente de mi simplificación ya que entran muchas variables, pero la recompensa generada por la adquisición de algo es una teoría consensuada por los científicos.
Por este motivo, los días en que tenemos la serotonina y/o la dopamina baja, nos permitimos (si es posible) adquirir algo que nos haga subir el ánimo, es decir, la dopamina.
Con la llegada de internet y la normalización del comercio electrónico, adquirir cualquier cosa se ha convertido en un acto muy sencillo. Y todos sabemos que una droga no sólo se considera adictiva por sus químicos, sino por la facilidad de acceso a ella.
Solo falta pasearse por unas rebajas para ver a seres humanos absolutamente colocados en la orgía “dopamínistica”, hasta el punto de poner en riesgo su integridad física (por no hablar de las dos señoras que religiosamente cada año esperan durante horas delante de las puertas del Corte Inglés de Plaza Cataluña esperando el inicio de las rebajas).
Adictos al azúcar
Otro hecho conocido por todos, el efecto euforizante del azúcar (los padres con niños lo saben si le han dado alguna vez Dalsy (una bomba diseñada para que los niños no se pierdan un día de clase y compuesta por un poco de ibuprofeno y mucho azúcar).
Es una alternativa más barata y más asequible al “ir de compras”. Las “chuches”, las bebidas refrescantes o los cafés con 2 sobres azúcar, son el medio más rápido y asequible de hacernos subir la moral. Algunos creen que es la cafeína la que actúa en el caso del café, pero la cafeína tarda horas en ser absorbida por el cuerpo.
La hipoglucemia (falta de glúcidos) disminuye drásticamente los niveles de dopamina en el cerebro.
Esto es debido a que la tirosina, la fenilalanina y el triptófano no pueden pasar la barrera hematoencefálica (BBB). Deben ser transportados a través de lo que se llama el transporte de aminoácidos neutros grandes (LNAA).
Cuando la insulina se eleva después de una comida o de ingerir azúcar, nos hace sentir el subidón porque los niveles de dopamina y serotonina aumentan. Esto se debe al hecho de que la insulina ayuda a la tirosina, la fenilalanina y el triptófano a ser transportados por los aminoácidos LNAA y a pasar la barrera BBB.
La insulina hace esto causando que otros aminoácidos abandonen el torrente sanguíneo, lo que libera espacio en transporte de los LNAA. De esta manera la insulina hace más probable que los precursores de la dopamina y la serotonina entren en el cerebro.
Mantener los niveles de dopamina y adrenalina en un rango normal requiere hábitos dietéticos prudentes. Si omitimos las comidas, nuestras bajadas de dopamina aumentan y la irritabilidad aumenta (esto lo conoce muy bien cualquier persona que tenga a un compañero de trabajo de dieta post Navidades o pre vacaciones).
Para mantenernos vivos, nuestro cuerpo secreta altas cantidades de adrenalina a medida que nuestro azúcar en la sangre cae. Este exceso de adrenalina, ayuda a aumentar el azúcar en la sangre rápidamente, dando al cerebro lo que necesita para mantener la homeostasis.
Si bien esta adrenalina es útil para aumentar el azúcar en la sangre, hay efectos secundarios negativos de estos potentes neurotransmisores que alteran la mente.
Sin contar con todos los efectos negativos que tiene en el cuerpo una segregación excesiva de insulina de forma constante debido a un nivel de azúcar muy alto como por ejemplo, en los americanos que beben “soda drinks” todo el día.
Adictos al queso
Y ahora llegamos al punto extravagante: Existe una línea de investigación que explora los efectos adictivos del queso basado en el efecto de la dopamina.
Y es que el queso resulta ser especialmente adictivo debido a un ingrediente llamado caseína, una proteína que se encuentra en todos los productos lácteos. Durante la digestión, la caseína libera opiáceos llamados casomorfinas.
El queso, al igual que otros alimentos, estimula el sistema de recompensa en el cerebro. “Sabemos que hay estas áreas del cerebro que son los circuitos de recompensa involucrados en mantenernos vivos”, dice Joseph Frascella, un neurocientífico del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas en Bethesda, Maryland.
Así que si te sorprendes asaltando tu refrigerador en busca de cabrales, un manchego o simplemente un quesito de la vaca que ríe, que sepas que podrías estar chutándote caseína para sentirte mejor.
Adictos a los retos
Este quizás sea nuestra adicción más moderna. Hijos de los “just do it”, “no limits”, “no pain, no gain” y así hasta el infinito (y más allá), parece ser que si no te propones un reto y lo consigues, hoy en día no eres nadie. Ya hablé sobre el deporte en mi anterior post pero vamos a hacer una aproximación desde la dopamina.
Personalmente, creo que se está utilizando el deporte como substitutivo de muchas cosas pero hay que reconocer que cumple con las premisas básicas para la adicción: Es fácilmente accesible y nos dispara la dopamina en nuestro cerebro.
Y es que proponernos metas y alcanzarlas es precisamente, uno de los procesos que generan dopamina. La razón es bastante obvia, nuestro cerebro nos recompensa por obtener algo. Refuerza las conductas de éxito.
Por este motivo, (y por supuesto por muchos más) proponerse metas deportivas y conseguirlas nos hace sentir de maravilla y claro, como en cualquier otra adicción queremos más.
De ahí, la necesidad de justo al acabar un reto, buscar otro igual o mayor. Sólo falta ver a todos estos deportistas extremos que siempre están buscando lo más difícil todavía, camuflado siempre de una capa de superación personal y de heroísmo.
Un lugar muy característico pero quizás poco conocido para observar subidones de dopamina es un refugio de alta montaña. Cada tarde, mientras los escaladores, alpinistas, esquiadores o excursionistas esperan la cena, las mesas están llenas de mapas y gente hablando sobre rutas de ascenso.
Puedes observar el brillo de los ojos del que ya está sintiendo la dopamina anticipada que genera el cerebro al pensar en el objetivo del día siguiente. Y es que nuestro cerebro funciona como un camello: nos avanza la recompensa en el momento en que pensamos en lo que queremos, para que tengamos ganas de ir a por el objetivo.
Y de ahí que ahora sea moda, el correr maratones, hacer triatlones, ironmans, ultra trails y todas estas locuras que a pesar de no ayudar mucho a nuestra salud, al menos ofrecen un buen subidón.
Adictos a la lotería
El famoso ¡Ay si me toca! Es un ejemplo más de como pensar en el yate de 45 metros de eslora para pasear por la costa del Mediterráneo, que te comprarías si te tocara el euromillón, genera una subida de dopamina lo suficientemente espectacular para que olvidemos la inexorable ley de las probabilidades y acabamos comprando un boleto mientras le hacemos un guiño a la diosa fortuna.
Caso aparte quizás sea la Lotería de Navidad, donde muchas veces es el chantaje emocional de la tribu en forma de “Mira que como nos toque a nosotros ya verás que cara se te queda” lo que hace que algunos compren además de la dopamina.
Adictos al alcohol
Y para terminar, sólo comentar que la otra manera de hacerse pasar un mal rato es a través de “echarse un traguito”. Otra vez más, el alcohol tiene un efecto liberador de dopamina en precisamente nuestro centro de recompensas del cerebro.
De ahí que el alcohol sea una de las substancias más utilizadas para superar experiencias negativas y al mismo tiempo, su facilidad de acceso lo haga tan adictivo.
Un solo dato para la reflexión, España se encuentra entre los países del mundo donde se consume más alcohol según la OMS (2014) con 11 litros (la media europea es 10,9) de los cuales un 50% es cerveza. ¿Será por eso que se nos ve tan felices?
Conclusión
En definitiva, la dopamina y la sensación de recompensa (y de frustración por su ausencia) que genera, rige muchas conductas de nuestro día a día.
Al fín y al cabo, generarnos dopamina, es algo que podemos hacer si queremos y que no requiere ni comer, ni beber, ni tan siquiera salir a comprar o hacer deporte. Cómo dice Richard Bandler, padre de la PNL, el mayor laboratorio de drogas del mundo está en nuestro cerebro. Y está en tus manos sacarle el mayor partido así que, ¿Cuánto placer eres capaz de soportar?